viernes, 4 de abril de 2014

Adam y el Pulpo

Era un joven de vecindario, vivía con su madre, una mujer trabajadora. El padre les había abandonado. Adam a su corta edad trabajaba los quehaceres de un hacendado. Los fines de semana se iba a pescar con su amigo Champi, uno de ellos llevaba sebo, anzuelos, redes... Eran unos chicos polifacéticos.
Dormían en arena enterrándose. Se levantaban de madrugada, era la hora donde se reunía los cardúmenes, una especie de hora punta.
Adam no despertó a Champi, y se fue solo a la parte rocosa donde golpeaban las olas. Se sentó ahí, sigilosamente lanzo un anzuelo para capturar su presa, resbalo y cayo a las aguas rocosas.
Las olas lo golpearon, se tuvo que zambullir muchas veces, para esquivar las gigantescas olas, las neblinas y frías aguas, lo agotaba cada tiempo que luchaba por salir. Tubo una sensación que algo le jalaba con mucha fuerza, el miedo le produjo coraje, se cogió fuerte en la roca, aunque los cortes, se profundizaban por la presión en sus manos. Siguió abatiéndose como un guerrero valiente, al fin se impulso escalando la roca. El pulpo desgarro la ropa de Adam, llevándose a las profundidades del mar. Gracias a su vestimenta, se pudo salvar, camino rápido a la carpa, estaba débil. Las heridas le sangraban, pero su vida estaba a salvo.
Champi aun dormía profundamente. Al día siguiente conto a su amigo lo sucedido.
Le tomo poca importancia, era un chico muy superficial. Vaya, que consuelo. Después se fueron a pescar, en la orilla del mar encontraron flotando a un pulpo. Champi lo cogió y abrió la tripa con un cuchillo, y que sorpresa. El vaquero azul, estaba teñido de morado, el animal murió, por la mala digestión de la tela.
Adam suspiro un momentito, preocupado de lo que le había ocurrido a noche; si no fuera por la ropa.
Mientras tanto Champi, hecho a la cesta al pulpo, preparando así, la historia de la hazaña para contar a su familia.

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Me pasan cosas en mi pensamiento. Me entran ganas de escribir, asi de simple, no hay quien me este empujando a que lo haga. Solo se que debo hacerlo. Solo escribo y sigo escribiendo; solo aparecen las letras, es como si estuviera en un sueño placentero y relajante y que nada me debe despertar para que el sueño sea placido. Hay veces que faltan hojas o se acaban las tintas pero lo que quiero decir sigue adentro hasta que lo hago. Te sientes bien si dices lo que piensas y el papel te lo acepta y tu tinta sigue corriendo tras las palabras tan dulces , a veces tristes, grotescas, entre tantas cosas que decir... Veo en mi imaginacion reir a carcajadas a mi hermoso cuaderno.