Había una vez una mujer sin rostro que caminaba por el mundo sin saber quien era. Su vida era muy desordenada, su pensamiento era confuso, no reconocía el "si"; tampoco el "no". No sabia reconocer si hacia el bien o el mal; porque no tenia visión de la vida misma ni ojos que le permitiera verse hacia dentro de ella. Lloraba y lloraba sin parar. Si recibía un regalo se inundaba de lagrimas, cuando le hacia daño sonreía. Hasta que un día pudo verse en su propio espejo interior; es cuando descubrió quien era en realidad. No le hacia falta tener ojos para ver el mundo; solo sentir desde el mas profundo de su ser; estaba convencido que su única felicidad dependía de ella misma. Así esta mujer sin rostro pudo reconocer quien era en realidad. Hoy en día hay mucha gente que vive sin identidad no sabe a que ha venido al mundo; lo único que hacen es vivir sufriendo, criticando lo que los demás hacen. Por eso primero hay que reconocerse uno mismo y vivir en paz; creer en la abundancia que llevamos en nuestro corazón.
Aprovechemos cada minuto de nuestra vida como si fuera el ultimo; aunque el día este nublado el sol nos calienta. Solo recordemos los momentos felices.
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